sábado, 27 de octubre de 2018

PUSH DE Tommy Caldwell

Resultado de imagen de Ediciones Desnivel PUsh




HOY: CITA CON EL DESTINO.


Pocas veces se da, al leer la última página de un libro, la convicción de  haberse convertido (más que en el ávido lector de una narración intensa, más que en el espectador de una representación contemplada desde la primera fila) en el afortunado compañero de viaje que acompaña, escucha, disfruta,sufre y recorre ese mundo que se ha creado, ante sus ojos incrédulos, desde esas páginas impresas  en negro sobre blanco, al inicio de las cuales se grabó PUSH.

PUSH, THE PUSH (El Empujón, en su versión original) nos habla, nos susurra al oído, nos toma del brazo y, en un amable descuido nos agarra de la mano y nos adhiere a esa pared de granito liso ,como el azogue de un espejo, que es El Capitán de Yosemite.
Nos encarama, nos asegura (o eso esperamos) y nos deja allí colgados, en la vía Dawn Wall ante el vacío que se abre a nuestros pies, expuestos al terrible viento que sacudió Yosemite el 30 de diciembre de 2014 "cuarto día del sèptimo año en la Dawn Wall" para, como si aquella pared fuera el único telón de fondo desde el cual Tommy Caldwell se decidiera a mostrarnos, a describirnos en ese tono entre familiar y épico, que tanto agrada a la mentalidad ganadora de los americanos, un verdadero relato, una historia de historias entrecruzadas, en la que se conjugan a un tiempo la novela de formación en la línea de el Retrato del artista adolescente de James Joyce y la mística  montañera y periodística de un John Krakauer.
Así, colgados sobre el vacío, si queremos escuchar y ser partícipes de esa gesta, que se va a desarrollar delante de nosotros, debemos esperar a que el momento sea el adecuado,  a que los astros se alineen....

"Por fin el viento se detiene.
Me duermo, flotando en la brisa, a medio camino entre la tierra y lo imposible"

A medio camino entre la tierra y lo imposible, es decir colgado de un clavo a trescientos sesenta metros del suelo pero también formando ineludible parte de la vida, de ese imposible que apareció sobre la corteza terrestre y que evolucionó bajo ese manto azul que cada mañana se lleva, tras el amanecer, la sábana negra de la noche.
Y, en ese preciso momento, en que por fin el viento se detiene es cuando Tommy nos da ese tortazo materno y, paradójicamente cariñoso, que necesitamos para sacudirnos de la pereza mental y, nos decidimos a contemplar el mundo desde esa pared que es la atalaya de las grandes escaladas de nuestro siglo. 


Claro que en una lectura superficial -como en una mirada al mar que solo se fijara en la superficie lejana, levemente verdosa y obviara las olas que rompen contra las rocas del acantilado - podría semejar un bonito relato de escaladas o de correrías montañeras, podría, sí, pero no lo es y a poco que nos detengamos en rumiar las líneas que hemos leído comprobaremos como después de digerir el ritmo siempre vivo de la narración, a menudo trepidante y, en algunas ocasiones, como la que da título al libro (y que aquí no vamos a desvelar) verdaderamente angustiosas lo que hay, lo que aparece detrás de todo ello, como si abriéramos una vieja puerta de madera carcomida que diera al más bello salón  del más bello de los palacios, es  una verdadera aventura interior.
Aventura interior que, en los tramos finales de la escalada, cuando Tommy nos ha largado cuerda y nos permite, junto con Kevin Jorgesson y con Brett y con las visitas imprevisibles de Erik o de Alex Honnold, adentrarnos en el mayor paroxismo, en la exacerbación de los sentidos, en un estado místico que solo se puede conseguir cuando se mira desde dentro hacia fuera.

Querría, para terminar, acercar una frase del libro a todos los lectores. Unas palabras del autor de PUSH en las que, según mi punto de vista, se explica toda la potente filosofía que subyace detrás de los treinta años de escalada de Tommy Caldwell  y que le permitieron liberar en compañía de Kevin la vía del Dawn Wall.

"Qué afortunado soy, porque las montañas han hecho de mí un hombre que puede amar con tanta intensidad"

Creo que, después de estas palabras, añadir nada más por mi parte sería algo así como un sacrilegio.


Vicente García Campo
En Llinars del Vallés
27-X-2018



miércoles, 17 de octubre de 2018

Buenos días, otoño.



Buenos días, otoño...


Yago, el perro de aguas español ,que aparece en la novela La voz del río (es el de la derecha).



Amanece y ni rastro del mochuelo. 
Probablemente tuvo una noche movidita, con sus ratoncillos de campo, sus luciérnagas encandiladoras y, ¿por qué no?, alguna mochuela con ganas de diversión. De lo que hacen los mochuelos por la noche es mejor (el consejo es también aplicable a los hijos) pero mucho mejor, no enterarse o, como mínimo , hacer como que uno no se entera de nada o casi nada
Athene noctua, es  el  nombre científico del mochuelo, mussol en estas provincias del nordeste español, en latín y don Petronio,  para amigos y vecinos, se ha ido a dormir, escondido en algún lugar seguro y alejado de miradas indiscretas.
En fin, que mi pequeño mochuelo haciendo honor a su apellido científico noctua, descansa durante la mañana.

Hoy el día se levanta fresco, se diría que casi frío. En días como este uno agradece tener un lugar donde ir a mear sin tener que sacársela por ahí, en medio del monte y luego preguntarse si  debido al fresquito un tanto incisivo, una parte del cuerpo (de las más sagradas)  le ha desaparecido o una mutación inesperada ha decidido cambiarle un cromosoma ¿el X o el Y? y además meterle un buen número de neuronas en el cerebro. Bueno, tanto da. Neurona arriba, neurona abajo. Lo importante es que el orinal de casa está al lado de la chimenea y guarda el calor que da gusto.
 Eso sí, para salir de casa, hay que abrigarse. Un forro polar, pantalón largo y zapatillas de trail para patear por los caminos. Se podría coger un paraguas pero cargar con él suele ser  un engorro. Y, después de todo, se plantean dos opciones principales. Puede llover mucho, como si el cielo se abriera y los  ángeles, arcángeles y dioses del Olimpo se hubieran olvidado de llamar a un celestial fontanero. También es posible un llover poquito, escaso,  al estilo de lo que los vascos llaman chirimiri y los catalanes llamamos calabobos.  Veamos, si llueve poco tendré tres opciones a saber, guarecerme debajo de un árbol, regresar a casa corriendo o hacer honor al calabobos y calarme como eso que se intuye. ¿Y si llueve mucho? Entonces me mojaré, ya me esconda en el roble más tupido del bosque o corra como un poseso en busca del hipotecado tejado de mi hogar. O sea, que si me mojo poco bien y si mucho también. Tanto da. Ya me apañaré.

Comenzamos a andar, buenos días, otoño...
¿Qué me has traído a estas tierras llinasencas?
Andamos, en andamos incluyo dos elementos. El primero es este plumífero  que vierte sus ideas sobre el papel, el segundo es un perro. Un perro famoso, para más señas, se llama Yago y, entre otras proezas caninas, destaca la de aparecer en una magnífica novela titulada La voz del río cuyo autor demuestra conocer, de primera mano las habilidades de mi compañero de paseo:

          Un perro de aguas español canela y blanco que obedecía al nombre de Yago. Este se lanzó al agua y llevó la maroma hasta el muelle, donde el encargado recogió la sirga y la ató al amarradero.


Pues Yago que,  aunque es una estrella de la literatura, me permite acompañarle, tira de mí con fuerza. Se detiene inesperadamente, levanta la pata, vuelve a tirar de la correa y se vuelve a detener. Él va a lo suyo. Yago, al llegar a Can Miret,  hace rato que trota en libertad. Por mi parte intento, sin demasiado éxito,  colocar el brazo con el que sujetaba al lucero perruno de la novela contemporánea española, en su sitio. 
Hoy Can Miret, que es un merendero magnífico, con sus barbacoas, sus pinos en los que se puede mear tranquilamente, sus mesas de piedra y donde se pueden comprar los mejores huevos frescos de la zona, a estas horas esta vacío o casi. No es lo normal. Pero se conoce que el frío hace que las mamás prefieran aguantar a los niños en el pisito del extrarradio de Barcelona a disfrutar de la libertad que ofrecen estos lares.
Unos centenares de metros más adelante nos encontramos con las vacas de Capa. Capa (si es que se escribe de este modo) hay dos. Capa padre y Capa hijo. Capa padre, saluda quedo. Capa hijo levanta la mano y sonríe. Bueno, cuando Capa padre se cruza con una mujer que le sonríe saluda un poco más. Tampoco mucho más, no se vaya a creer. El que escribe estas líneas saluda a lo grande  y se reverencia ante los dos. Quien garabatea las palabras piensa que la mejor manera de que nuestras tierras sigan siendo lo que son y que nuestros hijos puedan seguir contemplando (a la caída de la tarde, a la noche) al mochuelo son estos labradores, pageses, que trabajan los campos con conocimiento y aplicación.
En el camino que lleva hacía Sant Antoni y luego a Sant Pere y más allá a Canoves y a La Garriga, las vacas pastan, retozan sobre la hierba o, las que pueden, dan de mamar a sus terneritos. Son un par de rebaños de vacas, vacas que no son tudancas, como las de mi pueblo, allá en la frontera entre Santander y Palencia, pero podrían serlo. Vacas que parecen retinas pero que a lo mejor no lo son. Eso sí, son vacas que campan a sus anchas. Muchas de ellas con sus cuernos bien llevados y todo. Otras los tienen cortados. Quizás estas últimas tienen más mala leche pero definir de esta forma a una vaca lechera tiene sus riesgos y, en estos días, ¡Buenos días, otoño! acompañadas de lo que en la lejanía aparecen como unas manchitas blancas que revolotean alrededor de ellas y que, al acercarse (después de pasar la alambrada electrificada que impide se escapen y salgan al camino y asusten a las amables señoras que vienen a solazarse desde el pisito del Barcelonés) se descubre que son garcillas bueyeras, Bubulcus ibis, "esplugabous" de esas que se dedican a picotear los bichos que acribillan a los rumiantes.  Al llegar a Can Cucurella uno piensa que La Garriga le cae un poco lejos, unos veinte kilómetros, para ir andando y luego volver. Si hay que hacerlo se hace y ya está, pero como amenaza lluvia lo dejamos para otro día. Pero solo porque amenaza lluvia ¿eh?
Can Cucurella es toda una masía. Una masía hermosa rodeada de campos hermosos. En Can Cucurella todo luce. Empezando por el nombre que tiene resonancias de pájaro cantor. "Cucurella" suena a cucú y, a lo mejor, no se yerra mucho al escribirlo, pero quien lo redacta no pondría la mano en el fuego por esta interpretación, a lo mejor Cucurella es la dulcificación catalana de Kukurrela, el posible nombre de una bruja medieval que vino desde Zugarramurdi hasta esta masía para organizar aquelarres con machos cabríos y no cabríos (que seguro en la zona no le hubieran de faltar si los precisare). Por detrás de Can Cucurella aparece una balsa decimonónica, con sus árboles que se reflejan en ella, sus eneas y su ruiseñor cantarín. Uno piensa que cualquier día tendrá suerte y paseando por el sendero que lleva desde Can Cucurella a la Riera Giola se encontrará con Madame Bovary leyendo una novelita de esas románticas, esperando a que un galán la ayude en su trabajoso adulterio. Pero la Bovary (ni Ana Karenina, ni Adriana Ozores, ni siquiera la Colometa con ser mucho más joven pero que todavía guarda un aire siglo XIX) parecen conocer la balsa de Can Cucurella y uno debe conformarse con ver una tortuga exótica que algún idiota ha echado en la balsa.  Hacia la Riera, a mano derecha hay una madriguera con conejos que cuando nos descubren, corren como velocistas americanos, a la izquierda un nogal, un verdadero y copudo nogal, debajo de él se aparece un bulto marrón, quizás sea un jabalí. Luego, unos segundos después se intuye que no  se trata de un jabalí, ni de un conejazo grande, ni un tejón, ni una garduña... Que se sepa ni los jabalís, ni los conejos grandes, ni los tejones, ni las garduñas vuelan. Y el bulto marrón ha echado a volar. ¡Menudo bicho! Se podría pensar en un águila, pero no, cuando se descubre su aleteo largo y pausado se muestra más parecido  a una cigüeña. Pero por aquí, en Cataluña, salvo una pequeña franja al noroeste, no se dan las cigüeñas (quizás ese es el motivo de esta sea la región europea con un índice de natalidad más bajo) de manera que corremos ¡vamos Yago! hacia dónde, más o menos, se dirigirá en su vuelo y compruebamos que no, que no es una cigueña, es una enorme y elegante garza real, Ardea cinerea, un  "Bernat pescaire" que ha decidido honrarnos con su visita antes de cruzar el estrecho de Gibraltar y llegarse a Balí a pasar el invierno acompañada de jubilados alemanes.

Buenos días, otoño...
El otoño se ha portado bien. Yago y su acompañante regresan a casa, felices, por los paisajes contemplados, por las masías que se conservan, por las tierras cultivadas, por las vacas y sus garcillas bueyeras, por la silueta estilizada de la garza real.
Es hora de volver. Sí. Aspiramos el aroma del bosque, al frescor habitual de la arboleda frondosa, de la Riera que todavía asoma un muy tímido hilillo de agua  aquí y allá, el Sombrerero Loco del bosque le ha añadido un perfume peculiar. Ha repartido sus sombreros a la vera de los caminos, bajo los pinos, entre la hojarasca, al pie de las hayas. Miles de pequeños sombreritos de todas las tallas y colores adornan las arboledas.
Sí. Es tiempo de setas. De ello se hablará si las caprichosas diosas de la memoria, la inspiración y la escritura (o sea, la parienta) nos dan su beneplacito.

lunes, 15 de octubre de 2018

LUIS ALBERTO HERNANDO:SOY TRAILRUNNER

 
Portada del libro, editado por Desnivel, SOY TRAILRUNNER            



Hace unos días, una amiga, María José, me regaló un libro escrito con mucho acierto. Su título es Soy Trailrunner y es la biografía de Luis Alberto Hernando, el campeón del mundo de carreras por montaña, es decir de trailrunner, que Albert Jorquera ha sabido construir y redondear de una forma más que excelente.
Y decimos "más que excelente", porque si creemos que la finalidad de una buena biografía es comprender como los diversos acontecimientos  que se relatan de una vida (que, en un primer acercamiento pueden aparecerse para cualquiera de nosotros como aislados o, como mínimo, inconexos entre si) nos conducen de forma suave y lógica hasta explicar perfectamente el momento actual del biografiado, entonces Jorquera ha logrado con creces su objetivo y nosotros, como lectores, podemos estar seguros de que esa vida explicada, se ha tejido con sentido y que si Luis Alberto Hernando en los días en que se escriben estas líneas es uno de los mejores trailrunners del mundo y disfruta de una estabilidad familiar plena no ha sido por casualidad.
Claro que conseguir un equilibrio entre diversas áreas de interés no es fácil. No lo es para nadie y si entre esas actividades se encuentra la del deporte de élite es sencillo entender que, por muy buenas piernas que tenga nuestro admirado corredor, ha tenido que hacer "encaje de bolillos" hasta lograr que las cosas fueran como son.
Y eso es lo que nos explica Soy trailrunner.  La forma en que vida profesional, las amistades, la familia y el deporte se trenzan para formar una unidad. Lo hace con la sinceridad que caracteriza a Hernando y que Jorquera ha sabido captar con habilidad. 
La biografía nos retrotrae a los momentos iniciales del atletismo en Luis Alberto y nos muestra, como ya en categoría cadete,ante la inminente disputa de un Campeonato de España el de Burgos tenía sus propios medios de preparación:
 "El fin de semana anterior nos disfrazamos de Chicas Martini aquellas patinadoras que van en falda corta con una bandeja y bebidas(...)"
Sistemas de transferencia energética que no ha abandonado del todo y que ahora, muchas temporadas después de haber dejado de ser un corredor cadete, utiliza después de alguna competición:
"Por ahí quedaban algunos voluntarios, gente del pueblo y miembros de la selección andaluza, así que nos juntamos, empezamos a tomar copas y a montarnos nuestra propia fiesta. Hay varias versiones sobre la hora a la que me fui a dormir, pero vamos...que nos lo pasamos muy bien".
Claro que Hernando también sabe lo que es entrenar duro. De manera que, aunque las dos citas anteriores parecen indicar un sistema de entrenamiento revolucionario vistos los resultados, también sabe lo que es someterse a la más rigida de las disciplinas y a las sesiones más duras. Algo que explica muy bien en el capítulo tres en el que es consciente de que, si quiere rendir más que sus rivales, debe esforzarse más que ellos tanto en la rutina de los entrenamientos como en la competición. De su tenacidad aparecen varios ejemplos. Uno de los más significativos es aquel de la estación de esquí de Tignes. Allí Luis debía superar mil metros de desnivel positivo cada mañana antes de poder calzarse tres o cuatro horas los esquies. Y luego, claro está, volver a bajar a pie...Si eso no es tenacidad no sé que pueda serlo.
En resumen, un libro equilibrado, bien llevado, simpático, que muestra las diversas caras (desde la más dura de bakaladero valenciano hasta la más tierna de padrazo primerizo)  y que resuelve todas las preguntas que una personalidad, tan atractiva y polifacética como la de Luis Alberto, nos ofrece.
                                         ¿Toooooooodas?
Bueno, hay una que queda en el tintero y que nos impide conciliar el sueño. Esta es:
                                         ¿Cuál es el esparadrapo que usa Luis Alberto Hernando para vendarse los tobillos, o, lo que viene a ser lo mismo, para ser la maravillosa persona y grandísimo campeón en que se ha convertido?





Vicente García Campo
15 de octubre del 2018





lunes, 8 de octubre de 2018

Cada mochuelo a su olivo

Masía de Can Cucurella

Buenos días, otoño...
Esta noche ha llovido.
El caminante, que a estas horas de la mañana lo es por partida doble - porque le gusta andar los caminos y le toca pasear al perro- siente, bajo sus suelas, como sus pisadas chapotean sobre la tierra húmeda, recién mojada,  incluso un poco embarrada. Escucha caer las gotas de lluvia que se quedaron abrazadas a la hoja de la encina y contempla, al otro lado de los amplios campos de maíz, como se adivina, más que verse, entre la niebla el lugar de Can Cucurella, masía y bosque, que da nombre al camino en que se rumian estas líneas.
Es primera hora de la mañana y no hay tiempo para mucho. Es hora de sacar al perro y poco más. En Llinars del Vallés, a estas horas, el personal anda ocupado en prepararse para  afrontar la nueva jornada de trabajo. Y echarse a andar a estas horas es casi un sacrilegio, una herejía, algo propio de aquellos maleantes del romanticismo que han de echarse al camino, antes de que salga el sol, para evitar que la justicia les eche el guante.
En fin, hablando en plata, que aparte de algún que otro jubilado madrugador y algún sonámbulo que tira de la correa de su gozquecillo gulusmeador, no se ve a nadie.
Como siempre,Brau, un chucho beagle con muy malas pulgas, ladra con impertinencia hasta que su dueño se cansa, le arrea una patada  y lo llama al orden. Su compañero, otro beagle, ciego el pobrecillo, se limita a levantar el hocico cuando escucha los molestos exabruptos caninos de su congénere.
El caminante que de vuelta del paseo matutino, comienza a transformarse en el trabajador autónomo al que nadie regala nada, mira con preocupación su reloj. Cerca de las siete y media de la mañana: debe irse a la carrera.
                       - ¡Adiós Raúl! Tengo prisa.
Raúl que pasea una spaniel breton ya mayorcita saluda condescenciente.
                       - ¡Adiós!Qué tengas buen día!
Ya en casa, durante unos instantes sobrecoge el chillido de don Petronio, el mochuelo, un maullido escandaloso que resuena contra la hilera de viviendas unifamiliares. Es su hora de irse a dormir y su manera de dar las buenas noches.
El esforzado autónomo, alertado por la rapaz avecilla, contempla con cierta envidia - es otoño y lunes por la mañana - como el mochuelo abandona el tejado y vuela hasta internarse entre las ramas del pino en que se encuentra su dormitorio. Allí don Petronio cerrará sus grandes ojos de lechuzo y dormirá. El currito quiere pensar que la última imagen que se proyectará sobre sus párpados, antes de que el Morfeo de los mochuelos lo acune entre sus brazos emplumados, será esa misma masía de Can Cucurella que al caminante le pareció flotaba entre las nubes.


Vicente
8-X-2018

EL ORIGEN OCCIDENTAL

        EL ORIGEN OCCIDENTAL   Aunque algunos de sus capítulos muestren escenas de acción y al término de la lect...