viernes, 14 de julio de 2023

EL ORIGEN OCCIDENTAL

 

 


 

 EL ORIGEN OCCIDENTAL

 

Aunque algunos de sus capítulos muestren escenas de acción y al término de la lectura se tenga la impresión de que, en alguna forma laxa, se ha disfrutado de una novela de aventuras, lo cierto es que El origen occidental es, si es que tal categoría existe, una novela científica. Que, por supuesto, y el matiz no precisa de más atención, difiere radicalmente de la novela de ciencia ficción.

            Así la protagonista de nuestro texto, Alba Matí, es una licenciada en historia especializada en arqueología. El yacimiento sobre el que interviene pretende ser real y verídicos (además de verosímiles) son también los procesos extractivos de huesos y otros restos paleontológicos. Asimismo, se procuran respetar los pasos del método científico, de forma que las conclusiones que se obtengan del trabajo puedan ser aceptados por la comunidad científica que es, después de todo, uno de los objetivos principales de cualquier paleontólogo cuando se pone a trabajar (el otro suele ser la divulgación cultural).

            Es decir, se parte de una verdad para llegar a otra verdad.

            ¿Siempre?

            Y he aquí el tema principal de la novela, el que sin ser explícito en la trama, ni en las actitudes de los personajes,  recorre de la primera a la última página, como una de esas corrientes que cruzan invisibles y subacuáticas los más tranquilos lagos, las más plácidas superficies de agua en aparente reposo: la manipulación de la historia.

            De la Historia (con mayúscula) de los historiadores para que no haya confusión. En este caso una historia paleontológica, pero relato histórico al fin  y a la postre.

           

 

¿Y la pregunta que se debe hace el próximo lector de El origen occidental es ¿se parte de una verdad o es mentira? El punto de llegada, a su vez será cierto ¿o hay una burda manipulación que la convierte en falsa?

            “¿Dónde me encuentro?”, esa es la pregunta que ante la disyuntiva anterior, podría preguntarse alguno de los personajes del relato. “De la mentira a la mentira, de la mentira a la verdad, de la verdad a la mentira o, como sería deseable, de la verdad desconocida a la verdad científica”. Esta última no es la Verdad con mayúsculas, pero trata de acercarse con método y sinceridad a ella. 

            Ahí está el centro de la cuestión, la pregunta, preguntas que angustiarán a Alba Matí, la mujer que en su nombre y apellido lleva siempre el Amanecer, como si solo ella pudiera tener el acceso al nacimiento del nuevo día, de la nueva ciencia.

            La respuesta, aunque se dispongan de todos los datos, resulta confusa. Al menos para Alba Matí, pues ella aparece condicionada por una interferencia que es difícil de soslayar: La amistad y el amor.

            Un viejo dicho castellano dice “los amantes son ciegos, pero los vecinos no”.

            La novela no baja al nivel de chafardear desde detrás del visillo, es cierto, pero sí que nos plantea, en clave de relación social, como elegimos nuestras amistades ¿las elegimos realmente? ¿O son una especie de eslabones de una cadena de la cuál cualquiera puede formar parte sin que su voluntad tenga demasiado poder de decisión? Y si es así ¿elegimos a la persona amada?

           

 

En la narración, y con ello concluirán estas líneas, los personajes se ven obligados a moverse dentro de una ecuación con dos variables que desconocen, la primera de ellas es la manipulación histórica, la otra la personal y amorosa.

            Hay ecuaciones que no tienen solución, tal vez esta de El origen occidental  sea una de ellas. 

 

 

EL ORIGEN OCCIDENTAL
La gran mentira

PVP: 23,50 €
ISBN: 978-84-11317-02-3
Páginas: 356

Publicación: Julio 2023

Editorial Almuzara



domingo, 1 de mayo de 2022

 

NADA de Carmen Laforet.

 

 

 Carmen Laforet es, sin ningún género de dudas, la primera novelista importante que surge en España tras la Guerra Civil.

            Apareció de forma rutilante tras ganar la primera edición del Premio Nadal en 1944 y su popularidad literaria se sustentó casi de forma exclusiva por esa primera gran novela que escribió en plena juventud.

             NADA.

            Para situar en contexto a Nada he de hacer mención, además de a la dura situación que se vivía en España en los inmediatos años al fin del conflicto, a la aparición de otras novelas de un cariz similar al de la autora que nos ocupa.

            Pienso en La familia de Pascual Duarte de Cela, en La sombra del ciprés es alargada de  Delibes y en Mariona Rebull de Agustí.

            En todas ellas, la guerra o la cercanía de esta aparece como un telón de fondo no definido por completo, pero que condiciona de forma inevitable la conducta de sus protagonistas y el temperamento de sus narradores. Es, sin embargo, muy diferente la forma en que cada uno de estos autores se enfrenta a su narración, así Cela sigue una estética más barojiana, mientras que Agustí es plenamente realista, naturalista en su concepción estética. Delibes, por su parte, comparte una cierta “desesperanza romántica” según expresa él mismo en Pegar la hebra respecto de la novela de Laforet, pero ahí terminan las coincidencias. 

        CARMEN LAFORET, nació en 1921 y falleció en 2004. Escribió Nada hacia 1943-44, es decir en los alrededores de sus veintidós años, poco más o menos y se mantuvo, (era una mujer que, además de brillante y dotada de una inteligencia singular, valoraba su independencia), con altibajos en el candelero literario español hasta el momento de su muerte. Hoy en día, en el año posterior al centenario de su nacimiento, se le sigue considerando como una de las grandes damas de la literatura española del siglo XX.

            Su obra literaria comprende, a grandes rasgos, además de la obra que nos ocupa La isla y los demonios en 1952, La mujer nueva,  tres años más tarde y una trilogía que dejó inacabada que comprendía La insolación (1963), Al volver la esquina, póstuma, (2004) y Jaque Mate de la que solo dejó la intención, el título y poco más.

            Como se ve una producción menos abundante de lo que se hubiera esperado para una autora que con veintitrés años escribió una madura y excelente novela.

         Nada es una novela escrita en primera persona, un relato lineal, que se enmarca entre la noche de llegada al piso de la calle Aribau de Andrea para comenzar su primer curso de universidad en Barcelona y el amanecer del día en que Andrea contempla como el sol ilumina la fachada del edificio en el que ha vivido en el último año. 

        Es un relato escrito con una distancia temporal entre el "yo" que escribe (Carmen Laforet) y el "yo" que narra (Andrea). 

        En el relato de Andrea aparecen dos grandes mundos contrapuestos. Cada uno de ellos simboliza, en su espacio, un aspecto de la vida de Andrea que, en un primer momento, se nos presentan como departamentos estancos, sin ningún tipo de relación posible entre ellos.  Por un lado, el piso de la calle Aribau, con su extraña fauna de familiares desquiciados por la guerra. Por otro, el ambiente universitario y su prolongación en las calles de Barcelona y en la comodona bohemia que algunos de los compañeros de facultad, hijos de papá de la época, se pueden permitir. El piso es el ambiente opresivo, en el que Andrea se ve sometida a un régimen de vigilancia severo por parte de su tía Angustias, (clara representación de la represión general que el nacionalcatolicismo implantó en la España de la época y resulta extraño que una caracterización de este estilo superase a la censura), que incluye su reclusión en el espacio público del salón, la pérdida de su intimidad (bien dibujada por su maleta (lo único personal que posee) que es revisada por varios miembros de la familia en una insana curiosidad. Esta opresión se compensa por las amistades que Andrea hace en la universidad.

            Es a través de una de estas amistades, Ena, una joven bien parecida, liberal y de  familia acomodada,  que los dos  mundos, el universitario y el del piso, se unen y la narración avanza a través de la mirada de Andrea hacia un desenlace que no es, exactamente un final, sino una puerta hacia la esperanza y un adios a la deseperación a la que se ha visto abocada durante los últimos meses. 

        Algo después de rebir el Premio nadal. Laforet envió un ejemplar de su novela al faraón de las letras hispanas de aquellos años, al futuro premio Noble Juan ramón, este después de leer el libro que venía encabezado con un verso suyo le respondió a la autora, entre las palabras que lededicó afectuosamente merece la pena entresacar la siguiente frase: 

“¿Cómo puede llamarse Nada un libro que encierra tanto y tan bueno?” 

 La pregunta de Juan Ramón guarda una profunda verdad.Una verdad que va más allá del aspecto literario al que, muy probablemente,  se refería el de Moguer.

            Y es que, por más que su protagonista se despida al final de la narración con la afirmación “De la casa de la calle Aribau no me llevaba nada” el lector comprende que esta afirmación no es del todo cierta. Por supuesto que la protagonista no nos miente, pero hemos de tener en cuenta que todo lo que nos explica lo hace a través del filtro de su mirada, de lo que escucha y que, después de pasarlo por el filtro de su personalidad, a través de sus impresiones, nos lo ofrece.

            Así que ella siente que no se lleva nada, es verdad de la buena, pero nosotros sabemos, el lector percibe que, después de las experiencias vividas ¿cómo puede hacernos creer que ese año transcurrido entre las paredes del piso, en la universidad, con sus amigos bohemios y con su primera profunda decepción con el amor y la amistad ha sido en balde?

            Quizás Andrea no sea consciente, pero todos aquellos que hayan seguido su narración con interés intuyen que el bagaje, el nuevo bagaje de Andrea es, después de ese año, en apariencia vacío para ella, mucho más profundo e intenso. Ha comenzado a dejar de ser una simple joven para convertirse en una mujer joven, en definitiva en una persona madura que comprende que ya no todo son las ilusiones propias que uno se construye en su mente, sino que debe amoldar su vida a lo que la realidad le permite y sacar, dentro de las circunstancias personales de cada cual,  lo mejor de ella.

            Esa es, desde mi punto de vista y sin olvidar otras grandes virtudes de la novela (economía de medios, final abierto, impresionismo, expresionismo etc.),  la gran lección de Nada.

 

1 - V- 2022

Vicente García Campo. 

Para escribir las líneas anteriores he consultado el estudio, como siempre insuperable, de Rosa Navarro Durán que precede a su edición de Nada en Austral y  el artículo "Una relectura de Nada" de Miguel Delibes. 

Y aquí el enlace de mi podcast con Luis anchondo en el que hablamos de Nada. 

 


 

 

 

           

viernes, 4 de marzo de 2022

 Tipos Infames: · FAHRENHEIT 451 · BRADBURY, RAY: DEBOLSILLO  -978-84-663-5671-8

 

 

                                                        VICENTE GARCÍA CAMPO

                “Humanismo entre llamas”

Ray Bradbury escribió novelas, ensayos y relatos. Algunos de estos últimos, como los contenidos en Crónicas marcianas, hicieron de él un autor conocido. Pero fue Fahrenheit 451 la que lo convirtió en un escritor respetado y admirado por todo tipo de lectores y no únicamente por aquellos inclinados a la ciencia ficción.

            ¿Y qué es aquello que convierte a F451 en una novela que trasciende los límites del género en que podría quedar enmarcada?

 

            Quizás la explicación más plausible resida en el poder hipnótico de sus imágenes. Es fácil, dolorosamente sencillo (e inevitable), imaginar y estremecerse con la boca del lanzallamas que escupe una densa saliva de fuego contra los libros. Y lo relacionamos con los diversos momentos en que en la humanidad se han quemado libros y lo que ello ha significado y, también, en un viaje literario a aquellas ocasiones en que los libros han ardido dentro de los libros, entre cuyos ejemplos más conocidos, se encontraría aquel famoso episodio "del donoso y grande escrutinio que el cura y el barbero hicieron en la librería de nuestro ingenioso hidalgo" que ocurrió en el capítulo seis de don Quijote.

          El contraste que supone la profesión de Montag, bombero, con su función de quemar libros, imprime un primer latigazo que nos sacude las conciencias y nos obliga a preguntarnos ¿Qué está ocurriendo?

            A continuación, entramos en la vida personal de Montag. Al regresar a la vivienda que comparte con su esposa, encuentra a esta en un estado de inconsciencia profundo. Muy probablemente se ha atiborrado de pastillas para olvidar, lo más seguro, deduce él, es que se haya tragado el bote entero sin ser consciente de que lo hacía pues, en una estúpida espiral barbitúrica, cada vez que ingería una nueva pastilla,  olvidaba la ingesta anterior.

           Montag, obligado a vivir en un mundo en que la felicidad se impone por ley, comprende que su vida es solo un vacío. Él, y todos los que le rodean, solo son muñecos huecos que buscan el placer.  En una sociedad en que felicidad, ignorancia y placer  son sinónimos, los libros que quema contienen algo que rompe esa trilogía. Después de ver como una mujer muere por sus libros se le hace evidente que estos guardan algo que tiene un valor inestimable, y que es capaz, por sí solo,  de tambalear las bases del modo de vida de los millones personas que le rodean. 

            Ese "algo" es el conocimiento.

           Y la novela avanza, a través de un narrador en tercera persona, cercano, muy cercano a Montag, aunque en ningún momento se confunde con él y permite  una cierta distancia entre lo que vive el protagonista y lo que se  deduce de la lectura.

         Todo ello configura un mundo paralelo al del lector, que recorre determinados aspectos que le provocan la angustia de verse reflejado en ellos. Un extrañamiento profundo al encontrarse ante situaciones que su lógica intenta descartar, por ir en contra de aquello que supone la base de su pensamiento intelectual, el soporte de la civilización en que ha crecido y le ha formado como persona: la cultura y su manifestación más simbólica, el libro. Pero en F451, la temperatura a la que el papel se inflama y comienza a arder (se corresponde con  233º C), ese objeto cultural se ha convertido en especie cinegética, en alimaña cultural que  debe ser localizada y destruida.

         Montag, el cazador de libros, el bombero, no sabe, en los primeros compases de la novela,  que eliminando esos volúmenes está destruyendo objetos de un altísimo valor. Únicos en muchos casos. Y ha tardado mucho tiempo en descubrirlo. Cuando lo hace comprende que él no es, en realidad, un bombero sino una perversión que la sociedad en la que le ha tocado vivir ha construido. Y mucho menos un incendiario. Él es, aunque no lo sabe (en realidad, toda la novela gira más en torno a lo que Montag no sabe y quiere aprender que a lo que realmente conoce), un humanista. 

          Un humanista entre llamas. 

          Hecho de huecos. Agujeros de conocimiento y sentimiento que él, escapando de la ciudad, tratará de rellenar, de construir mediante eso que se encuentra en los libros que él destruía.

          La historia de Fahrenheit 451 es la historia de lo que puede ocurrir si dejamos que la sociedad se deje llevar por los placeres más inmediatos, por la infantilización y el olvidarse de la conciencia personal y colectiva en aras de una felicidad insustancial.

jueves, 9 de septiembre de 2021

LA DAMA DE VALENCIA; SCHACHS D´AMOR.

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    Schachs d´amor, jaques de amor, es un poema escrito por Mosén Fenollar en 1475. Tiene un par de gracias. La primera es su perfección formal (animo a los visitantes de este blog a que lo lean). La segunda es que en él aparece una nueva figura, la dama de Valencia o poderosa (también las malas lenguas la denominaron "loca") que cambiará la fisonomía y el modo de jugar al ajedrez (tanto que las dos variantes se podrían considerar juegos diferentes, a pesar que las piezas que participan y el tablero son los mismos).

Las circunstancias en que se produjo este "poema-partida" no son del todo conocidas y no hay nada seguro, así que me permito recrearlas, sin ánimo de llevar la contraria a los que creen que el asunto sucedió de otra forma. 

    Me resulta fácil imaginarme la escena (de hecho me resulta sencillo ver toda la partida como una obra de teatro, con unos pocos añadidos aquí y allá sería facilmente representable) solo necesito tres actores y un tablero de ajedrez. También algo de atrezzo pero poca cosa...

    En fin, Castellví lleva el juego de Marte, dios de la guerra. Viñolas, el de Venus, la diosa cachonda y casquivana y Fenollar, disculpe el mosén, se queda en Mercurio que no es ni chicha ni limoná pero es lo que toca, alguien tiene que hacer de juez-árbitro ¿no? 

FENOLLAR: Pieza tocada, pieza jugada. De inicio el juego.

CASTELLVÍ: El peón de rey a la cuarta casilla.

VIÑOLAS: El peón de dama a la cuarta casilla. 

FENOLLAR: Mucho dios pagano por aquí. Será necesario compensarlo con un buen vaso de vino cristiano.

(Beben)

CASTELLVÍ: Ya que estamos, el peón de rey se zampa tu peón de dama.

VIÑOLAS (que no sabe que su movimiento será trascendental para la historia del ajedrez). Pues ahora vas a alucinar. Mando a la dama a la cuarta casilla y mato al peón que eliminó al mio. 

Viñolas, feliz, cumple lo prometido y saca al peón de Castellví del tablero. Castellví y Fenollar se miran entre sí, entre perplejos y cabreados.

CASTELLVÍ: Pero ¿la dama puede mover así?

FENOLLAR: Bebamos un vaso de buen vino cristiano y pensemos. 

Una vez degustado el vaso de buen vino.

CASTELLVÍ: ¿Y bien? 

FENOLLAR (que ha hablado en un aparte con Nuestro Señor ): Aquí en Valencia sí. En Valencia la dama se mueve como le da la gana y si decide que lo hace como "todas las figuras juntas excepto el caballo" pues lo hace y aquí paz y después gloria. 

VIÑOLAS: ¿Querrá el mosén un vinito para recuperarse del esfuerzo?

FENOLLAR: Llena esa copa Venus pecadora. Siga el juego.

La partida continuó y la dama blanca, con su nueva fuerza en el tablero, dio muerte al rey enemigo que seguramente se lo merecía.


Nota: la imagen de Fenollar pertenece al Passeig de Batà de Muro

 


 

jueves, 26 de agosto de 2021

LA DAMA DE VALENCIA. Una novela histórica


 Determinados paisajes, el barrio histórico de la ciudad, los recuerdos infantiles..todos ellos parecen inmutables. Como si siempre hubieran sido iguales y mantenido idénticos a sí mismos desde siempre. 

También, en otros ámbitos, en apariencia más flexibles a las variaciones en el tiempo, descubrimos que todo permanece o ha sido siempre igual. Esto es así incluso en algo tan relativamente nuevo como alguos deportes, tales como el fútbol o el baloncesto que apenas tienen poco más de cien o ciento veinte años de antiguedad. 

Sin embargo, a poco que rascamos y sin necesidad de peinar canas, sabemos que no hace tanto que el tiro de tres puntos se incorporó al baloncesto y que la puntuación de los partidos en la Liga de fútbol era diferente hasta hace bien poco.

Los cambios son constantes en muchos ámbitos, pero en esta entrada quiero referirme al ajedrez. Muy posiblemente, nadie de quienes lean estas líneas reuerden un cambio sustancial en el desarrollo del juego en los movimientos de las piezas o en las diferentes figuras (blancas o negras) que configuran cada uno de los bandos que luchan sobre el tablero de sesenta y cuatro cuadrículas.

Pero, el ajedrez, como todo lo humano y lo divino, evolucionó. Y lo hizo en un proceso que corrió paralelo al de la transformación de las sociedades en que se jugó. El ajedrez es un reflejo de la vida y ello lo condicionó: las piezas se adaptaron para ser parte del cambio.

Es el caso de la DAMA.

De momento, en esta entrada, será suficiente con saber que esta figura no existió hasta finales del siglo XV, que anteriormente, en entorno árabe, tuvo el nombre de "visir" y ya, desde la época de Alfonso X el Sabio y su tratado de ajedrez se denominó "alferza".

La DAMA irrumpió en Valencia, en el último tercio del siglo XV y, probablemente, supuso una revolución silenciosa. 

Ese es el meollo de la cuestión. El corazón de mi nueva novela La dama de Valencia.



jueves, 22 de julio de 2021

 Física cuántica

Física, Gato De Schrödinger, Schrödinger


Corría el año 1900 cuando Max Planck acertó a exponer la necesidad de un constante para que los números le salieeran. Sí, la catástrofe del ultravioleta, había trastornado a buena parte de los mejores físicos de la época. El comportamiento de un proceso natural, a mayor frecuencia mayor energía, no solo no se cumplía sino que la energía cuando se acercaba a las frecuncias del ultravioleta tendía a cero ¡una catástrofe! Es como si queriendo fabricar hielo construímos una antorcha térmica.

Este suceso fue la puerta de entrada por la que la física cuántica se coló en nuestras vidas y nos permitió pensar en ideas como el teletransporte, la indeterminación o la curiosa paradoja del gato de Shrödinger con el que encabezo estás líneas.

En el siguiente vídeo hablo de ello con Luis Anchondo. 

Únicamente un par de preciosiones, la primera es que, después de más de cien años de existencia de física cuántica, sabemos que esta no es exclusiva de las partículas subatómicas sino que todo, TODO, es cuántico. Lo que ocurre es que la constanste de Planck es tan pequeña que para los procesos habituales de nuestras vidas no tiene ninguna importancia. 

La otra precisión es que a la pregunta que Anchondo me hace hacia el final del vídeo de que si el ajedrez es cuántico, mi respuesta es ¡Sí!, el ajedrez es cuántico. al menos si pensamos que las figuras se mueven en cuantos, es decir, en cuadrículas. 


Saludos a todos

 

 https://www.youtube.com/watch?v=rZSpJSktrYI&t=121s

 




jueves, 29 de abril de 2021

https://www.youtube.com/watch?v=YlOLmpOBwgg 



SILENCIO Y LITERATURA


Consideraciones previas


Estas líneas que siguen a continuación son los apuntes que he tomado para participar en el programa del 30 de abril de Luis Anchondo y que versará sobre el silencio y la literatura. Por supuesto, este texto solo comprende una parte de la emisión. Por un lado, participamos dos ponentes y desconozco, más allá del título, de por dónde vendrán los tiros, pues una de las características principales de estas charlas es que debe haber manga ancha para la improvisación y lo que salga...


          Así que esto no es más que un guion orientativo. Si me decido a publicarlo en esta entrada es porque creo que, quizás, si a alguien le interesa la relación entre literatura y silencio, aquí puede echar mano de algún ejemplo y, aunque solo sea una muy breve y fina pincelada de acuarela, conocer la forma en que trato el silencio y sus alrededores en mi obra de ficción.


                    Sea pues:  



(Introducción para el programa)


    1.- De entrada, titular esta emisión número seis de "Un poco de todo" con el título de Silencio y literatura parece un tanto arriesgado. Como mínimo, contradictorio. La literatura, la escritura sobre todo, rompió con la limitación del lenguaje natural y lo convirtió en memoria, en chispazos eléctricos de la batería de las neuronas que conforma nuestro cerebro. Algo que, precisamente y por primera vez en la historia de la especie humana, rompía el silencio al que la muerte obligaba. 

----------------->>>>>Esta observación permitiría introducir la idea de que la literatura nos permite escuchar a las voces más preclaras de todas las épocas. (Sería un tema interesante para un próximo programa).


2.- Por otro lado, deseo matizar un aspecto del silencio que, con toda seguridad, Luis no mencionará.

y que, dada mi tendencia a la observación científica y a racionalizar la ciencia, quiero presentar. 

                                    EL SILENCIO ABSOLUTO NO EXISTE

    En efecto, a no ser que se esté completamente sordo el oído siempre está activo. Si cerramos los ojos, es decir, bajamos los párpados, no vemos. Creamos la oscuridad. Con el oído esto no funciona así. El tímpano siempre está activo, siempre vibra, siempre ahí agazapado como un león de la sabana, dispuesto a capturar al más pequeño de los sonidos. Si no hay ninguno, entonces escucharemos nuestros pasos, nuestra respiración o el crujir de nuestros intestinos. El oído está siempre alerta. Para lo que haga falta.


3.- El habla no es constante. Está formada por fonemas que escuchamos de forma lineal. Entre cada grupo de fonemas se establece un hueco, esto es, un silencio. Por lo tanto el silencio en el lenguaje es intrínseco a su naturaleza. Es la duración del silencio, su prolongación, lo que nos produce la sensación de silencio. 

    Así que es el Silencio lo que, por mera oposición, permite el habla. Además, en determinadas condiciones, y ahí ya estaríamos pisando el terreno de lo literario, la complementa. La naturaleza del silencio es tan especial que detrás de esta palabra se puede esconder un máximo de información. Eso es, según algunos teóricos, la poesía. Y eso es lo que sucede (y perdón por el salto mental en el vacío que acabo de realizar) por ejemplo en el final de La casa de Bernarda Alba de Lorca.

----------------------------->>>>El final de esta obra de teatro sería también una buena disculpa para una charla literaria. Los "Silencio" que aparecen al final del texto dramático, son mucho más, que la reiteración de una orden. 


4.- El silencio es parte delo humano. Y los poetas (como los músicos), sin duda, poseen una sensibilidad especial hacia el silencio. 

    El silencio tiene la capacidad de expresarse a sí mismo de múltiples formas. El azúcar siempre es dulce pero el silencio puede ser dulce, salado, amargo o insípido. Depende de cómo "lo cocines". 

Por ejemplo: el silencio de lo importante. En cualquier acto ritualizado, a las palabras sagradas, siempre le precede un silencio. Una boda, un funeral, la comunión etc.

    Neruda tiene varios poemas en los que habla del silencio. Uno en particular se titula Pido silencio. 

¿Por qué ese título? Porque lo que quiere expresar a continuación es importante. 

Nada más y nada menos que sus cinco cosas preferidas. 


O el silencio de la angustia insoportable. Y nada mejor para mostrarlo que este poema de El hombre acecha de Miguel Hernández. 

    Es, como muchos lectores habrán adivinado El tren de los heridos


                                    Silencio que naufraga en el silencio

                                    de las bocas cerradas en la noche

                                    habla el lenguaje ahogado de los muertos

                                    Silencio.


                                    Para vivir, con un pedazo basta:

                                    En un rincón de carne cabe un hombre. 


                (Los dos últimos versos que he transcrito no hacen referencia al silencio, pero son tan buenos que no he podido reprimirme y he dejado que la pluma se deslizase sobre el papel con plena libertad)


Respecto de el silencio religioso (sospecho que Luis Anchondo trabajará la figura de San Juan de la Cruz) encuentro un buen ejemplo en el ya mencionado García Lorca. Este poema se puede entender literal o vuelto a lo divino. Yo lo leo de una manera u otra, en función del momento, sin que me decante por ninguna de las dos interpretaciones.


                                    Oye, hijo mío, el silencio

                                    es un silencio ondulado,

                                    un silencio

                                    donde resbalan valles y ecos

                                    y que inclina las frentes

                                    hacia el suelo.


    Inclinar las frentes hacia el suelo, rezar, qué otra cosa hacen los campesinos de El angelus de Millet, en un gesto que todos reconocemos inmediatamente. 



 Para terminar, por el momento, la semana que viene más y mejor, me citaré a mí mismo con un pequeño párrafo de Sin fronteras en la que el silencio aparece de forma muy profunda, aunque no esté expresado con esa precisa palabra sino con la de "quietud" que incluye algún matiz más que no pienso desvelar aquí, y que dejo en manos de los lectores para su interpretación.



"La meseta se abría ante ellos, era un lienzo que se extendía en un gris violáceo que dejaba paso a un carmín que se iniciaba tímidamente a los pies y que se imponía en la lejanía, hacia la línea del horizonte. Allí, una banda de color gris cruzaba de este a oeste y parecía enredarse en un disco de un nítido carmín de garanza; después más allá, el gris magenta de la noche comenzaba a venir hacia ellos. Quietud". 















EL ORIGEN OCCIDENTAL

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