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  Vicente García Campo   Vicente García Campo, montañero y lector. Cursó estudios de Ingeniería Técnica Industrial y es Graduado en Lengua y Literatura Hispánicas. Profesor de Lengua y Literatura Españolas, su actividad como escritor se centra en el teatro y la novela. Como dramaturgo es autor de las obras de teatro Luz Difusa (2013) y El cuaderno de Elisa (2014).   En su faceta de novelista debutó con Sin fronteras (Premio Desnivel 2015) en la que se narra la historia de Martín, un bohemio, corredor de montaña que se desplaza por el mundo en una furgoneta y que encuentra el amor en la persona de una pintora solitaria en las montañas del Cantábrico. Le siguió La voz del río (2017) una aventura de kayak extremo y de descensos imposibles. En 2019 El vuelo del ángel fue finalista del premio Remedios Guillén de Novela . La dama de Valencia (2021) narra el nacimiento del ajedrez actual, con el nuevo poder de la...

Félix Rodríguez de la Fuente y la Evolución Humana

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            Este viernes pasado se cumplieron cuarenta y cinco años de la desaparición en accidente de Félix Rodriguez de la Fuente. El naturalista murió, junto a dos de sus compañeros, Teodoro Roa y Alberto Mariano, en una de las esquinas más alejadas y frías del globo terráqueo. Como muy bien saben muchos de los que eran jóvenes o niños en aquel ya lejano 14 de marzo de 1980 Félix seguía, dentro de la Serie Canadiense, una carrera - la Iditarod - que consistía en cruzar mil quinientos kilómetros de terreno helado a través del Canadá en trineos tirados por perros.             Félix no pudo acompañar a los vencedores en la meta. Tampoco pudo dedicarle a Georges Hoffer, un trampero que vivía con su mujer en mitad de las montañas del Yukón, una serie de capítulos en las que se reflejaría la vida de los hombres en un medio tan hostil. Sin ninguna duda, al ver aquellos capítulos, quien escribe estas líne...

LAS ESTACIONES Y LOS VICIOS

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            Cada época del año tiene su vicio característico. De la primavera se puede decir aquello de “que la sangre altera” y a partir de aquí que cada uno extraiga las consecuencias que considere oportunas. El verano es época de holganza y de tripa al sol y el vicio principal, al menos el mío, es el de cambiar el honorable Rioja o el alegre Penedés por la Caipirinha (a media tarde) o el Daiquiri Hemingway (al alba).          El otoño una estación melancólica y en caída libre. Por ello, quien más, quien menos, se pasea por el bosque y contempla con vena poética el rojo de las hojas del arce, el castaño del hayedo o el intenso amarillo del aceruelo – todos ellos árboles, como bien se sabe, de hoja caediza – que te conducen a un estado de agradable recogimiento interior. El vicio del otoño es un fueguecito bien alimentado, unas castañas y una botellita de moscatel.        ...

INSPIRACIÓN

        Recuerdo, hacia finales de 2013 o 2014, la decepción profunda al salir de una buena librería sin un solo libro bajo el brazo.        Supongo que, para la mayor parte de las personas, es lo habitual.        ¿Lo habitual?       Bueno, creo que todos sabemos que lo habitual en esto de las librerías (y más en estos tiempos “amazónicos” que corren) es no entrar. A no ser que llueva y nos pille sin paraguas y con las zapatillas de marca nuevas.        La cuestión es que en aquel ya lejano día me pregunté qué ¿cómo era posible que - con la cantidad de libros que se exhibían en sus estantes - ninguno se adaptase a mis preferencias?       La respuesta era muy sencilla. Obvia, pero invisible. Y era…que siempre hay una época en la vida de las personas en la que el libro que busca no existe: está dentro de ella. Y descubre entonce...

PEDALEAR Y APRENDER

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        Ermita de Santa Fe. Foto Jaume Oller     Esto de torcerse el tobillo y no poder correr (“correr” es mucha palabra, sería más honesto decir trote cochinero si lo que pretendo es definir la actividad deportiva en la que me calzo unas zapatillas y alargo la zancada) me obliga, si pretendo mantener la talla de mi ropa interior, a coger la bicicleta. Después de unos días con la bici para arriba y para abajo he llegado a la conclusión de que esto de bicicletear alimenta la cultura y la ciencia de quien lo practica.            Siempre y cuando se vaya lo suficientemente despacio .          Lo cual he de reconocer, a mí, no me cuesta ningún esfuerzo.   De hecho, esta mañana, festividad del Pilar, he contado que mientras paseaba con mi máquina (los buenos a la bici le llamamos “máquina”) me han adelantado cerca de doscientos ciclistas. La mayor parte de ellos supe...