FLORENCI, ÚLTIMA META

 

FLORENCI

 

 

 

Tuve el privilegio de que Florenci Bistuer fuese mi entrenador de atletismo. Para aquellos que desconocen el cometido de un entrenador de esta clase, diré que es lo más parecido que se puede encontrar hoy en día a un humanista, a un hombre del Renacimiento.

            Un entrenador de mediofondo, en concreto, lo es todo. Sin él, un atleta no es más que un castillo de naipes que a la mínima brizna de aire inesperado se vendrá abajo. En el caso de Florenci ese TODO era mucho más amplio todavía de lo que la palabra parece sugerir. Su labor no se limitaba a la mejora de tal o cual cualidad atlética (la potencia anaeróbica, el VO2 máx., etc.) sino que, además de escucharte (recuerdo que mis conversaciones con él giraron en una ocasión entre las diferencias de estilo entre Kafka y Cela; otras hablamos de lámparas y muchas otras de ese mundo entre circular y doblemente parabólico que es una pista de atletismo) te hacía sentir como el más importante atleta de la Tierra.

            Y un atleta para él era siempre una persona.

            Y luego te ponía los pies en la Tierra.

            Era, ahora lo pienso, pragmático y lúcido a un tiempo y tenía sus propias ideas acerca de lo métodos de entrenamiento. Después surgieron nuevas formas y nuevos enfoques y el testigo lo recogió su mejor alumno, tanto en la pista como fuera de ella, Andrés Novakosky. Este mantuvo el método “humanista” de Florenci, el diálogo constante e inteligente con los atletas y aplicó los últimos conocimientos de entreno del mediofondo que llegaron sobre todo de los ingleses.

            En los años 80, la época de Florenci, en la que destacó como entrenador y atleta, existían muchas carencias en el mundo del deporte. Se acababa de salir de una época en la que sobrevivir todavía ocupaba los recursos de buena parte de la sociedad y el atletismo se veía como una ocupación casi indecente o, cuando menos, inútil. Entonces llegó esa primera hornada de entrenadores, los primeros con una buena formación (Florenci se licenció en Educación Física), que lograron que este país dejase de ser una barriada tercermundista para conseguir éxitos internacionales que hubieran sido inimaginables solo diez años antes.

            Florenci fue de los que se encontraron a la VANGUARDIA  de esa nueva vida en la que el deporte se entendía como parte inseparable de la formación de la persona.  

            Pero nosotros, los atletas de entonces no éramos conscientes de que Florenci fuese un pionero en lo suyo.

            Florenci era simplemente el maestro y el amigo.

            Ahora me toca despedirme de ambos del maestro y del amigo. En los dos casos, lo reconozco sinceramente, fue una luz y una baliza que marcó el rumbo a seguir.  

            Gracias a él aprendimos a nadar en el mar de la vida y, contra viento y marea, seguimos navegando, hacia la última meta. 

    Esa que él. como siempre. acaba de cruzar con los brazos en alto. 

           

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